Para el Sr. Brooks de la Ms de Cobre

Al Sr. Anónimo que dijo:
Ein? Hay alguien ahí? Ssssssssssssssssssssss
yo le digo que yo ando por aquí, mijito/a, pero lo que pasa es que ni sé de dónde vengo ni adónde voy. Venía ya bastante planchada por el Mr. Proper, como se ve en esta foto que te adjunto.

Y después he quedado desconcertada y apocada por esa página de alto vuelo que nos ha dejado aquí un antifijista. Cuando paso por el club, le doy otra vueltita, y me hago un lío con ella que ni te cuento, a mi planito multidimensional lo ha dejado más planchado que a mí, con eso te digo todo.

¿Te acordás de aquella bromita de «Dios ha muerto, Marx ha muerto y yo no me siento bien últimamente»? [a propó: ¡no es de Woody! qué cosa] Bueno, así ando yo.

Preocupadísima, hace ya diez días, por el antifijista que llora y toda la escena de aquel bar, y miro las agujas del reloj ése, ¿sí?, pero no me alcanzan lápices, escuadras, brújulas, esdrújulas y astrolabios para terminar de entenderlo bien. Y aquí esperando que sigan los capítulos ¿viste? Porque decía que continuaría. Pero para los altos vuelos me parece que no sirvo. ¿Dónde andarán los demás muchachos y muchachas? Del único que sé algo es del Jarry, que me mandó un telegrama muy agitadito, que no he leído todavía.

Bueno, sigo. Después de restregarme muchísimo la sesera, creo que entendí por lo menos una de las coordenadas ésas que nos dejó el escriba doliente, si es que estaba doliente, porque a veces se llora de alegría. Y por eso le quiero contestar a Mr. Brooks, quien dijo:

Para mi que este señor estaba trompeta. ¿Cómo va a tener solo cuatro metros de vida? Yo he medido la mía y me dan por lo menos de seis a siete. Así que desconfiemos. Por otra parte el señor Papa, que eso sí es bastante fijista, dijo que lo del limbo era un rollo para asustar a pecadores. Así que la distancia hasta el bar, y de éste hacia la casa debía ser purgatorio no más. O como mucho vida placentaria. Seamos serios. Firmado: El Sr. Brooks.

Estimado Sr. Brooks:
No, no está trompeta el señor antifijista a mi modo de ver, sino ligeramente confundido con el significado de las coordenadas.
(Aparte, el Sr. Papa ha dicho ayer otras cosas que darán que hablar, y no me extrañaría que mañana diga que tampoco hay purgatorio, olvidemos al Papa, un poquito de por favor).

He concluido por ahora que la distancia hasta el bar, y la de éste hacia la casa no es purgatorio ni limbo ni vida placentaria, ¡y tampoco es camino infinito sino todo lo contrario!

Es lo que se suele llamar «valle de lágrimas» o «sudor de tu frente», y si no le gusta la terminología de libro santo, póngale: «vida burguesa«, «sociedad capitalista», «jaula de acero», «comercio», «laburo», «ganarse el pan», etc., etc. ¡Del trabajo a la casa y de la casa al trabajo, está clarito! Eso sí que se mide con una regla, con metrajes y kilometrajes, hombre. Y así estamos todos ¿no?

Pero la barra del bar, ah, la barra ésa, es MÁGICA, estimado, y ésa, NO SE PUEDE MEDIR.
La de usted medirá de seis a siete metros porque usted es perversito, malo.
Le diría, casi, casi, que esa barra es como el ángulo del escalón decimonono de la escalera de un sótano en una casa demolida de un barrio de Buenos Aires, como ese puntito en el espacio que contiene todos los seres del orbe, vistos desde todos los ángulos. Pero ese angulito es muy espacial, querido, y la barra simbólica de nuestro lloroso amigo, está hecha de tiempo, de sueños, de enigmas y de profundidades. O sea, que tiene una tercera dimensión, que se puede, ésa sí, dilatar hasta el infinito. ¿Me siguió hasta aquí? Por ahora es todo lo que colijo. Uff, no sabe todo el humo que me sale de la cabeza.

Lo dejo, me voy a leer el telegrama de Jarry. Que esté usted bien, señor Brooks, más o menos lo que usted entiende por eso, se entiende.
Cordialmente,
Ms de Cobre